Homero

Se atribuye la autoría de las principales poesías épicas griegas: la Ilíada y la Odisea. Desde el período helenístico, se ha cuestionado que el autor de ambas obras épicas fuera la misma persona; sin embargo, antes no solo no existían estas dudas sino que la Ilíada y la Odisea eran considerados relatos históricos reales.
La iconografía grecorromana ha consagrado el noble rostro barbado de un anciano ciego como el de Homero. Esta es la imagen que ha atribuido la tradición al poeta que escribió la Ilíada y la Odisea, los dos poemas épicos con que se inaugura la literatura griega y la occidental y cuyo vigor lírico y narrativo permanece fresco desde hace miles de años. Su nombre y sus obras han alcanzado la gloria y alimentado mitos, narraciones y leyendas a través de los siglos, sin que hayan perdido su fuerza original.

La mayor parte de la literatura griega se nutrió del inmenso caudal de leyendas y tradiciones que desde tiempos remotos se transmitía oralmente de generación en generación. También la poesía épica se transmitía oralmente en sus orígenes: un aedo o un rapsoda la cantaba o recitaba de memoria ante un público que desconocía la escritura. Los aedos eran músicos ambulantes que cantaban poemas épicos acompañándose con instrumentos de cuerda; los rapsodas recitaban sin cantar, llevando el ritmo con los golpes de un bastón.

La perfección y la calidad de la Ilíada y la Odisea, considerados obras maestras de la literatura occidental, sólo se explica por la existencia de toda una tradición previa sobre la Guerra de Troya que aedos y rapsodas fueron elaborando y refinando durante siglos y que culmina en los grandiosos poemas homéricos. A pesar de que Homero se sirve de los procedimientos de la tradición oral, es indudable que en ambos poemas hay un propósito poético, un plan y una estructura que revela la actividad de un poeta consciente de su arte.

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